Este último mes ha sido de vivencias hermosas, como también de una complejidad extrema. Me he encontrado nuevamente como no lo hacia hace bastantes instantes, y era necesario recapitular y fragmentar mi vida en este segundo semestre.
Pero hay algo que todavía no puedo solucionar. Mi miedo, mi temor, mi cobardía, la que se resume a salir corriendo cada vez que me asfixia una situación.
Hoy mientras me tomaba un café cortado y me fumaba un cigarro en mi cafetería favorita en Talca, me detuve a pensar el por qué de todo.
He cometido errores garrafales, haciéndole daño a personas, como también tengo una facilidad impresionante por alejar a las personas que amo de mi lado.
Mi vida este último tiempo ha tomado un giro en 360º grados, en donde se me han impuesto pruebas duras y está semana tuve que presenciar la más dura de todas, entontrarme en mi interior sola, con vacios y ausencias, para lo que tenía que sobreporme con firmeza a está lucha que me impone Dios hoy.
Desde pequeña que siempre escuche de los labios de mi madre, que nunca Dios nos dará carga más pesada de la que podemos sostener, pero hasta hace un tiempo me cuestionaba la partida de mi más grande amiga, que tengo la conviccion que desde su estrella favorita observa mi caminar en mi diario actuar.
Pero siempre mantengo ese vacio, esa busqueda infructuosa de encontrarte en recuerdos o imágenes del ayer. Tu ausencia me llevo a desifrar mis vacios. Descubrí que mi miedo es la resistencia al cambio, a los paradigmas que pueden modificar mi estructuración, mi complejidad, como ese miedo a una soledad que a instantes se hace inevitable, como a la vez el miedo a quedar sola, por lo que salgo huyendo como una novia fugitiva.
sábado, 7 de noviembre de 2009
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